En esta ocasión Toni y yo (Carlos) buscábamos un recorrido por el que no hubiéramos ido antes, y que estuviera apartado de las rutas más transitadas. Además, como no, queríamos subir algún tresmil que no hubiésemos subido antes, y se nos ocurrió que podíamos vivaquear precisamente en la cima de uno, cosa que no habíamos hecho antes. Finalmente no cumplimos todo nuestro plan, pero aún así nos lo pasamos genial.
Llegamos el viernes a Bujaruelo a eso de las 14:00, y en breve comenzamos a andar. Habíamos encontrado referencias y varios tracks de una ruta abierta en el 2012 que sube por el barranco de los Gabietos, pasa después por la faja de la Escuzana y sube al Mondarruego, el pico típico que se ve detrás del campanario de Torla, visto desde el aparcamiento. A pesar de transitar por Ordesa, que no es el paraíso de la soledad precisamente, pensábamos que estaríamos relativamente solos, pero estaba el problemilla del desnivel que íbamos a tener que superar, de aproximadamente 1.600 metros, y cargados como burros con saco, comida para tres días, agua, etc.
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Ruta del primer día, de Bujaruelo al Mondarruego
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Empezamos a andar por el GR que va de Bujaruelo hacia Ordesa, y en cuanto giramos a la izquierda para subir por el barranco de los Gabietos nos quedamos más solos que la una. La senda está más o menos clara, pero en la parte inicial es muy empinada. Lo bueno de subir tanto de una tacada fue que íbamos atravesando todos los tipos de vegetación que existen en Pirineos: al principio hayas y robles, que dieron paso a coníferas; a continuación desaparecieron éstas y aparecieron los pastos; después desaparecieron éstos y se quedo la vegetación raquítica que es lo único capaz de sobrevivir a esta altura, incluidas algunas flores (y también como no, edelweiss); y finalmente ya no había más que roca. Las vistas, ya casi desde el principio, increíbles. Hacia el oeste, la peña de Otal y el Tendeñera, y conforme íbamos subiendo la zona de los Gabietos, de roca marrón, y la faja de la Escuzana, de roca blanca.
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En Bujaruelo, antes del palizón de la subida
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Peña Otal y Tendeñera
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Ya nos estábamos acercando a la faja de la Escuzana
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Edelweiss, que tiene predilección por la roca suelta
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Curiosísimo el cambio de roca y color
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La faja, muy fácil y bonita (sin llegar a la grandeza de la faja de las Flores o la Fraucata), pero con un continuo sube y baja que no descansa hasta que por fin llegamos a una pequeña planicie en la que coger aire antes de acometer la subida final al collado, donde dejamos las mochilas, y el esfuerzo final al Mondarruego. Nuestra idea inicial era dormir en la cima, pero ya desde abajo parecía que no iba a haber buenos sitios con tanta piedra, y así fue. Un faquir indio estaría aquí en su salsa, jaja. Nada más llegar entró bastante niebla, pero felizmente desapareció al cabo de un rato, y las vistas eran inconmensurables, sobre todo la zona desde los Gabietos al Soum de Ramond. También no muy lejos se veía el Vignemale, y allá, allá abajo, el Tozal de Mallo, y aún más abajo y lejos, Torla y Broto.
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Aquí empieza la faja de la Escuzana
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De llana, nada. Es un continuo sube y baja
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En el Mondarruego: Gabietos y Taillón
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Taillón, la falsa brecha, el Pico Blanco, Marboré, el Cilindro
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Ya bajando hacia Salarons, el Cilindro, el Perdido y el Soum de Ramond
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Por tanto, para dar por acabado el día, bajamos hacia los llanos de Salarons, pero en cuanto vimos una esplanada con hierba montamos el vivac ahí. En toda la tarde nos cruzamos sólo con dos chicos, y vimos de lejos otras dos o tres personas, que venían de la zona de la Forqueta. Así que supercontentos por lo remoto de la zona.
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Nuestro lugar de vivac, ¡menudas vistas!
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El día siguiente despertó con nubosidad tipo "boina" que tapaba los tresmiles, y eso que la previsión era de sol y calor. El plan era subir a los Gabietos, quizás después al Taillón, y finalmente subir y hacer vivac en el Casco de Marboré. Así que para arriba que nos fuimos, y felizmente a mitad de camino de los Gabietos empezó a despejar y en breve se quedó raso. Un poco antes de llegar arriba nos encontramos ya nieve, pero conseguimos subirnos a la cresta final sin tener que ponernos los pinchos, y aún era muy pronto por la mañana cuando coronamos el Gabieto oriental, desde el cual tuvimos unas vistas espectaculares. Había viento, pero no se estaba mal y de hecho almorzamos en la cima. Por la cresta, que no tiene dificultad (sin ir por el filo, bajando un poco por el lado sur), pasamos al Gabieto occidental, que también tiene muy buenas vistas, sobre todo hacia el Taillón que desde aquí muestra una cara mucho más abrupta que subiendo de la brecha de Roland.
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Ruta del segundo día, de los llanos de Salarons al Casco
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Subiendo hacia los Gabietos
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Llegando al Gabieto oriental (o sur)
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El Vignemale desde la cima
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El Gabieto occidental (norte) desde la cresta
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La mole del Taillón desde el cuello de los Gabietos
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Habíamos pensado a partir de este punto pasar por el cuello de los Gabietos al Taillón, pero la ruta desde lejos no parecía precisamente fácil (según las reseñas, es poco difícil), así que, como Toni y yo ya habíamos estado en el Taillón, decidimos bajar del cuello y rodear el Taillón por la parte sur, yendo a parar al collado Blanco. Desde el cuello parecía que podríamos ir sin crampones por esa parte sur, pero al final nos los pusimos para no tener que ir buscando tramos sin nieve, y después de un rato llegamos al collado. Las vistas hacia la brecha y el Casco son increíbles, y es de suponer que desde la cima del Pico Blanco deben de ser ya la repera, pero no teníamos ni tiempo ni ganas de ir.
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Una mirada atrás
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Bordeando el Taillón para ir al collado Blanco
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En el collado Blanco con la brecha de Roland, el Marboré y el Casco al fondo
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Punta Bazillac, la falsa brecha y el dedo del Taillón
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La gruta de Casterets
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Aún no habíamos dejado el collado, y ya habían empezado a entrar nubes de evolución, muy típicas en Ordesa, que pronto tapaban a ratos el Taillón, el dedo, la brecha y el Casco, y para cuando llegamos a la brecha el día se había tornado bastante gris, pero solo en esta zona porque hacia el sur se veían no muy lejos cielos azules... es lo que tiene Pirineos y Ordesa en particular. Con ese plan no daban muchas ganas de seguir andando, pero al ser todavía muy pronto decidimos seguir. Pasamos el paso de los Sarrios, con aún un nevero que había que pasar con cuidado (sin necesidad de crampones), las cadenas, y seguimos bordeando el espolón. Antes de llegar se nos había pasado por la cabeza subir al Casco por la ruta de la cueva, que sale un poco antes de llegar al paso de los Sarrios, pero desde lejos habíamos visto que seguramente estaría tapada por el nevero que hay encima, y además en la parte alta del Casco, ya pasada la chimenea, se veía otro nevero con una inclinación importante. Así que lo dejamos estar y seguimos la ruta para subir por detrás, dando el típico rodeo. La ruta de la cueva parece más idónea para verano más avanzado.
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La ruta de la cueva, que no hicimos. Al pasar el nevero de la derecha enlaza con la ruta normal
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Pasamos algún sitio de vivac a cubierto, pero ya ocupado, y también pasamos de largo la cueva dels Isards, en la cual se nos había ocurrido que quizás podríamos vivaquear, pero de eso nada: la entrada tiene un desnivel que con la lengua de nieve que había hacía difícil bajar, e imposible subir. Y en cualquier caso el estrecho y húmedo interior que se veía no invitaba para nada a entrar. Así que seguimos con todos los trastos, y tras ponernos crampones, superar los neveros que había en la subida y casi arrastrarnos en las rocas y trepadas finales, llegamos a la cima del Casco de Marboré.
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Las cadenas del paso de los Sarrios
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Rodeando el Casco para subir por detrás
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El viento en ella era bastante fuerte, lo que contribuía a hacer esta
cima impresionante, con un par de vivacs muy bien construidos por lo
alto de sus muros. De hecho, sentado dentro de ellos se estaba realmente
bien. Al llegar había bastante nubosidad, pero a ratos se despejó
bastante, revelando unas vistas increíbles de la Torre de Marboré, picos
de la Cascada, el Marboré, el circo de Gavarnie con su impresionante
cascada, los Astazou, a lo lejos el macizo del Neouvielle (totalmente
despejado), el refugio de Sarradets, y la brecha, vista desde aquí desde
una perspectiva inusual. Tapados estaban el Taillón y la zona hacia el
Cilindro (si es que desde aquí se puede ver).
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Cima del Casco, uno de los 2-3 vivacs que hay
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Vista hacia la Torre de Marboré y el Marboré. A la izquierda a lo lejos los Astazou
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La gran cascada en el circo de Gavarnie
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Estuvimos un buen rato disfrutando de las vistas, descansando en el
vivac y pensando si quedarnos a dormir aquí o no; la previsión era que
se podía escapar algún chaparrón a medianoche, e incluso alguna
tormenta, así que al final hicimos lo sensato, que era bajarse.
Encontramos un sitio un poco precario antes de llegar al paso de los
Sarrios, pero con algo de techo, y allí nos quedamos a dormir. Toni por
desgracia tuvo una gotera por la noche porque dormía justo debajo de un
agujero que cuando llueva bastante debe desaguar de lo lindo, pero se
apañó tapándose con el poncho. Por fortuna no llovió, y en mitad de la
noche vimos algunos relámpagos a lo lejos, pero la tormenta pasó de
largo sin ni siquiera oír truenos.
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Bajando de nuevo para buscar donde dormir
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Al día siguiente amaneció con nubes altas, pero con buena
visibilidad. Estando en Valencia habíamos pensado en la posibilidad de
volver por Cotatuero, coger después el autobús hasta el puente de los
Navarros y andar hasta Bujaruelo, pero se haría larguísimo y además me
habían adelantado la segunda dosis de la vacuna del Covid al día de
nuestra vuelta, por lo que cruzamos la brecha y bajamos por el puerto
del Bujaruelo; por el camino vimos el refugio de Sarradets, que sigue en
obras pero que tiene pinta de poder abrir pronto (pero si no espabilan
se va al verano que viene), y una marmota que se acercó a nosotros de
forma asombrosa, a poco más de 4 metros.
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Mirando al lado francés desde la brecha
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Bajando hacia Sarradets. No usamos crampones, pero tampoco habría pasado nada por usarlos
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Parte alta del circo de Gavarnie
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El ya (casi) desaparecido glaciar del Taillón, una pena
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Esta marmota estaba un poco despistada, se acercó a menos de 4 metros de nosotros
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Y de vuelta a Bujaruelo, esta vez no hubo jarra de cerveza por culpa del Covid
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Resumiendo, tres jornadas de montañismo y vivac en medio de la nada, que es lo que más nos gusta, y en especial el primer día, ya que las zonas de la brecha y del puerto de Bujaruelo por supuesto están más concurridas, aunque al ser entre semana tampoco había mucha peña.
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