Para la ocasión nos juntamos unos cuantos: Raquel, Piedad, María José, Andrea, Laia, Toni, Jose, Lolo y yo (Carlos). Después de no sé cuantas curvas, llegamos por fin a Villahermosa y al parking. Almorzamos, nos equipamos, y empezamos la subida por la ladera, hasta llegar a la boca de la antigua mina de cobre, que da el nombre y un toque diferente a esta ferrata. No es imprescindible llevar frontal, pero alguna luz (móvil, por ejemplo) es recomendable.
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La entrada a la mina |
Accedimos por un estrecho túnel por el que hay que ir a gatas o en cuclillas, y luego estuvimos revisando algunos recovecos de la mina porque entre nosotros había varios espeleólogos, y la cabra tira al monte. Finalmente llegamos a otra boca que te deja en la misma cara de la montaña, y donde empieza el tramo equipado con grapas y cable de vida. El recorrido es fácil, pero interesante, por ejemplo con una escalera suspendida chula, una cadena que hace de minipéndulo, y un puente tibetano bastante largo, que a medio camino se mueve algo. Las vistas en todo momento son muy bonitas.
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Volviendo a nuestra etapa de gatear, llevar rodilleras viene bien |
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Un murcielaguito intentando dormir |
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La escalera suspendida |
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El minipéndulo |
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Y el puente |
Finalmente llegamos al rápel opcional en el mirador de los buitres, que con sus 60 metros, la mayoría en volado, quita el hipo. Y más aún cuando la bajada desde el borde a la cabecera impresiona, aunque no tiene dificultad en realidad. La cabecera tiene un tronco anclado a la pared para apoyar los pies, y otro tronco unos metros más abajo para mitigar el rozamiento de la cuerda. Montamos el rápel y fuimos bajando, directos hasta el suelo, aunque se puede fraccionar en dos rápeles de 33 + 27 metros, y la reunión donde fraccionar es fácilmente accesible.
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El rápel visto desde arriba... |
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...y visto desde abajo, con Toni ya en el tramo final |
El rápel le dio emoción a la ferrata, aunque también nos llevó mucho tiempo, así que volvimos al coche para comer, y decidimos hacer la ferrata de La Muela, que está enfrente de la de la Mina, en lugar de ir a la de Argelita, cuyo K4 se nos hacía cuesta arriba, y nunca mejor dicho...
Esta segunda ferrata es un poco más física que la de La Mina, ya que tiene algunos desplomes, pero sin mucha dificultad se accede a su fin, en el polideportivo del pueblo.
Desde ahí bajamos por la calle principal, y después por la carretera varias curvas hasta girar a la izquierda hacia la cueva de la Guerra, un tajo vertical impresionante en la montaña. Habíamos leído que desde el fin de la cueva se podía acceder al balcón de Pilatos, donde había un rápel de 30 metros, que queríamos hacer.
Para acceder al balcón, es necesario subir por un terraplén a mano izquierda ANTES de llegar al final del "desfiladero", coger a continuación de dos cavidades la que está a la derecha, y proseguir a mano derecha por un túnel pequeño que parece no tener salida, pero que sí que la tiene en forma de agujero a mano derecha. Hemos salido así otra vez al desfiladero, pero unos 4-5 metros más altos, desde donde tenemos que hacer un corto flanqueo en el que tenemos que tener cuidado, porque hay caída, y finalmente llegamos al balcón de Pilatos.
Casi fue más divertido encontrar el balcón que hacer el rápel, porque extrañamente la reunión está casi a ras de suelo, con lo cual tuvimos que utilizar una saca como antirroce, y más abajo hay otros dos puntos donde hay roce con la roca. Y el rápel tampoco es gran cosa, sobre todo comparado con el que habíamos hecho en la otra ferrata.
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La cueva de la guerra |
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El balcón de Pilatos |
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Montando el rápel |
Resumiendo, un par de ferratas muy recomendables en un entorno natural muy bonito. Ambas son fáciles, exceptuando el rápel de 60 metros, que puede impresionar por el patio que hay, y puede presentar alguna dificultad para recuperar la cuerda, por su longitud.
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