sábado, 10 de junio de 2017

Aneto, Pirineos

Aprovechando que aún queda bastante nieve, nos fuimos Oscar, Toni y Carlos al Aneto. Como es un pico hiperconcurrido, diseñamos una ruta intentando alejarnos lo más posible de las multitudes. La idea era subir desde Aigualluts pasando por el ibón del Salterillo, y bajar por el collado de Coronas para posteriormente girar al noroeste cruzando el collado de Cregüeña y su ibón, acabando en la carretera que une Benasque con los Llanos del Hospital. Aquí tenéis el mapa con la ruta marcada (aproximada):



Salimos el viernes de Valencia a media mañana. Como curiosidad, recogimos en Soneja a un autostopista al que llevamos hasta Zaragoza. Comimos por el camino y llegamos al parking a eso de las 18:00. Como aún no era julio, la barrera estaba abierta y pudimos llegar hasta aquí en coche sin necesidad de coger autobús. Ya andando, pasamos de largo el desvío a la Renclusa, y visitamos el forat y la cascada dels Aigualluts, que son muy bonitos e impresionantes, había agua a tope:

Forat dels Aigualluts


Seguimos recto buscando las pasarelas que hay al final del valle y así no tener que descalzarnos para cruzar los múltiples torrentes de agua, y volvimos por la otra vertiente sobre nuestros pasos para coger la senda de subida hacia el ibón del Salterillo.



La senda no tiene pérdida al principio, porque en un primer tramo coincide con una senda que va a la Renclusa, pero llega un punto en el que hay que dejar la senda principal y girar a la izquierda, y a partir de ese punto la senda se vuelve más sutil, siendo recomendable consultar un mapa o el gps.

Pla dels Aigualluts conforme vamos subiendo

Empezamos a pisar nieve



Por suerte llegamos aproximadamente a las 21:00, antes de que oscureciera, ya que los alrededores del ibón están salpicados de piedras y, cuando fuimos nosotros, con bastante barro, por lo que no nos fue fácil encontrar un sitio blando donde dormir. El ibón no es de los más bonitos del Pirineo, pero las vistas al Aneto, zona de Mulleres y Francia son de escándalo, y era un buen punto de partida para el día siguiente. La soledad aquí era absoluta, a excepción de una tienda de la que no vimos salir ni entrar a nadie.

Rodeados de piedras, no hay muchos huecos donde elegir

Aneto desde el ibón del Salterillo


A la mañana siguiente (sábado) nos levantamos pronto, a eso de las 5:30, justo al amanecer. Había hecho frío porque estábamos a unos 2.400 m, y teníamos el ibón medio congelado justo al lado, por lo que como no llevábamos tienda se nos mojaron por fuera los sacos un poco con el rocío. Nos pusimos por comodidad los crampones ya desde el principio, aunque la nieve no estaba especialmente dura, y empezamos la larga pero cómoda subida, buscando enlazar con la ruta normal a la altura del collado de Coronas. El día era magnífico y las vistas increíbles.

La subida es continua pero tendida, el Aneto espera al fondo


Picos de Coronas y del Medio al fondo. A lo lejos, el Posets


Cuando nos faltaba poco para llegar a la ruta principal, empezamos a ver más gente llegando desde la Renclusa, pero cuando llegamos al paso de Mahoma aún estábamos relativamente solos. Sin esperar más, lo cruzamos. El paso en cuestión no tiene dificultad, pero puede imponer a personas con miedo a las alturas. Probablemente lo que más impresiona es una losa horizontal casi al principio por la que hay que pasar andando, o a gatas.

Paso de Mahoma, a estas horas no hay casi nadie


Las vistas desde la cima son impresionantes, ¡por algo estamos en el techo del Pirineo! Son las 9:45. Hacemos un montón de fotos y estamos más de media hora deleitándonos con lo que nos rodea.


Vallibierna al fondo, desde el Aneto


Al volver a cruzar el paso de Mahoma, vemos que ha llegado el grueso de gente de la Renclusa, y es un lío al tener que dejarnos pasar los unos a los otros, ir algunos grupos encordados, aunque por suerte hay varios sitios de la cresta donde caben varias personas y es fácil esperar.

Paso de Mahoma petado ¿El último, por favor?


Una vez de nuevo en la antecima, almorzamos y rápidamente bajamos hacia el collado de Coronas, pasando por el ibonet, que estaba totalmente tapado por la nieve. Destrepamos el collado sin quitarnos los crampones, y seguimos descendiendo hacia el ibón medio de Coronas, viendo de paso cómo subía al Aneto algún valiente por el corredor de Estasen, que para nuestro nivel es "demasiao".

Bajada desde el collado de Coronas, ibón medio y a la derecha el Aragüells


Una vez en el ibón (congelado), nos dimos cuenta que tendríamos que haber llenado agua antes. El día de repente era muy caluroso y el sol achicharraba. Paradójicamente, como ocurre también en salidas invernales, estábamos rodeados de nieve, y sin agua que beber. Paramos a comer, y justo en ese momento empezó a cubrirse el cielo de nubes, dando una sombra que en aquellos momentos no tenía precio. Una vez acabada la comida, comenzamos a andar hacia el collado de Cregüeña. La subida por este lado no tiene dificultad alguna, y aprovechamos para llenar las botellas en un hilillo de agua que caía entre las rocas. Una vez llegamos al collado, disfrutamos del espectáculo que nos deparaba el ibón de Cregüeña, el segundo más grande de Pirineos (también congelado), y decidimos subir al pico Aragüells, aunque yo personalmente sin muchas ganas... Son sólo 100 metros de desnivel, pero bastante empinados, en aquel momento sin nieve, y una vez arriba constatamos que las vistas eran más o menos las mismas que desde el collado. Se veía a lo lejos el Vallibierna, que lo tenemos pendiente, y mucho más cerca, el Maldito, Abadías, Bondidier, etc. En fin, otro tresmil tachado de la lista. Estaba tan cerca, que era casi un sacrilegio no subir.

Ibón medio de Coronas

Vallibierna desde el Aragüells, soledad absoluta

Ibón de Cregüeña desde el collado


Empezamos a bajar hacia el ibón. Teníamos dudas sobre la dificultad de esta parte de la ruta, y en verdad fue la única con cierto suspense. La bajada es en junio una gran pala nevada con bastante inclinación, salpicada de rocas, especialmente en su parte inferior, con lo cual un posible resbalón puede acabar con una caída final de varios metros de roca pura y dura. Mejor no probarlo. En esta ocasión la nieve estaba ya blanda (cuidado porque de buena mañana puede estar muy dura, al ser orientación oeste), y sólo hubo que autodetenerse una vez, y no llegó ni a ser "sustillo". Como consejo, es mejor bajar poco al principio para mantenerse lejos de las zonas rocosas inferiores, que son las que dan yuyu, y bajar más luego cuando ya no hay rocas y la pendiente se suaviza (ver foto más abajo con la ruta trazada en rojo).

La pala de bajada

El ibón desde la pala de bajada
Ruta aproximada de bajada desde el collado al ibón

Llegamos al ibón aproximadamente a las 16:30. Desde arriba es impresionante, pero desde abajo aún más. Estaba totalmente helado, pero el hielo no era uniforme, sino que había formaciones de varios tipos, y colores variados y superchulos. En fin, una gozada, y nos pareció totalmente injusto que este valle esté tan olvidado, aunque tener poca compañía aumentaba la sensación de aventura y de estar a muchos kilómetros de la civilización. Después de hacer mil fotos, encontramos un vivac en buen estado (había otros, incluso con techo de roca, pero algunos llenos de nieve), y pasamos allí la noche (y parte del día, porque nos dormimos antes de que anocheciera, estábamos bastante cansados después de andar unas 11 horas).

Impresionante el ibón con la cresta de Cregüeña detrás

Nuestro hotel con vistas al ibón, con aire acondicionado incluido


Si la primera noche había sido fría, ésta había sido helada, por algo estábamos a 2.600 m, y con el ibón ejerciendo de congelador... Nos aviamos rápidamente aproximadamente a las 6:15 y procedimos a bordear el lago por su vertiente norte, hasta llegar al desagüe, de donde las vistas hacia la cresta de Cregüeña y el collado son muy chulas. Rodear el ibón con tanta losa de piedra puede parecer difícil, pero no lo es en absoluto, y hay hitos para ayudar.

Amanece en Cregüeña

El ibón de Cregüeña cerca del desagüe, ¡qué estrechito es aquí!

Desagüe del ibón


Llegamos a la parte final de la ruta, la bajada por el valle hasta la carretera. Teníamos miedo porque habíamos leído que es una burrada de desnivel en pocos kilómetros, pero la verdad es que la primera parte estaba nevada, con lo que bajamos en un abrir y cerrar de ojos, y después la senda ya por bosque bajaba gradualmente dando bastantes lazadas. Mientras bajábamos nos alegramos la vista con el Perdiguero al fondo, el bosque y la cantidad de agua y cascadas que había. Este valle es muy bonito, aunque llano desde luego no es. Llegamos finalmente a eso de las 11:00 a la carretera, uno de nosotros hizo autostop, y como somos tan guapos y bien plantados le cogieron enseguida, con lo que al poco tiempo volvió con el coche y llegamos a Valencia antes que el reloj de la torre diera las doce.

Perdiguero

Cascada de agua durante la bajada

Fin de ruta, palanca de Cregüeña


Había sido una salida perfecta, en buena compañía y por sitios preciosos y poco frecuentados (excepto los aledaños del Aneto, que están siempre petados, a menos que se madrugue). Dormir en el Salterillo da algo de ventaja sobre la Renclusa, y permite llegar arriba antes que el tropel de gente que viene del refugio.

¡¡Para repetir!!

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