Abandonando a mis queridos Pirineos, esta vez nos fuimos a patear a los Tatras polacos (Tatry), estribación de la cordillera de los Cárpatos a su paso por Polonia y Eslovaquia. Están a unos 100 kilómetros de la ciudad de Cracovia, donde viven mis suegros, y, aunque ya había estado varias veces, esta vez iba a subir a Rysy, el pico más alto de Polonia, con 2.503 metros. El más alto de toda la cordillera es el cercano Gerlach (su nombre oficial es Gerlachovský štít), en Eslovaquia (2.655 metros), al cual es obligatorio subir con guía (si no, te multan).
Los Tatras son montañas peligrosas, porque aunque no son muy altas, son muy escarpadas (dicen que son como los Alpes en miniatura), y muchas de ellas son bastante inaccesibles. Eso, unido a que por allí el tiempo empeora con facilidad pasmosa, y a la presencia de hielo durante gran parte del año, lo convierte en una mezcla explosiva, corroborada por la cantidad de montañeros que fallecen cada año. Bien es cierto que son montañas bastante masificadas (sobre todo el lado polaco, que es mucho menos extenso que el eslovaco), y va mucha gente inexperta.
Para la ocasión fuimos a dormir a la casa de Renata y Andrzej, unos amigos, que viven en verano en Szaflary, un pueblo MUY tranquilo a escasos kilómetros del archiconocido Zakopane, que es algo así como el Zermatt de Polonia, y el día de la caminata Andrzej y yo nos pusimos en marcha superpronto porque se supone que el tiempo empeoraría de cara a la tarde. Hay que tener en cuenta además que en Polonia el huso horario es el mismo que en España, pero está mucho más al este, por lo que la hora oficial está muy cercana a la solar y ya a mediodía se pueden montar tormentas que en España suelen ser más de cara a la tarde. En verano amanece realmente pronto.
Fuimos en coche hasta Łysa Polana, y ahí empezamos nuestra ruta, ya a plena luz del día, ¡a eso de las 5:00 am!. La primera parte es una carretera no muy ancha que atestigua una gran cagada por parte de las autoridades, del mismo estilo que la carretera que en Sierra Nevada sube hasta el Veleta. Aunque está cerrada al tráfico se hace tediosa, y menos mal que el entorno es bonito, dándonos cuenta pronto que aquí todo está muy verde y hay mucha agua. Tras esos primeros 10 kilómetros de carretera con subida ligera-moderada, que se atajan en un par de puntos (los atajos están señalizados), llegamos por fin al primer hito del día: Morskie Oko, el lago de montaña por excelencia de los polacos, que es superbonito. A esas horas, alrededor de las 6:15 am, no había prácticamente nadie. Y el refugio guardado más muerto que muerto, no sé si porque la gente ya se había ido, o porque aún dormían.
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Morskie Oko, el pico Rysy arriba a la izquierda |
Sin entretenernos mucho, cogimos la margen izquierda del lago y tras bordear parte subimos decididamente al Czarny Staw, otro lago que hay situado por encima de Morskie Oko.
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Camino de herradura que bordea Morskie Oko y que lleva a Czarny Staw |
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Reflejos en CzarnyStaw |
Hasta aquí (7:10 am) la ruta había sido muy fácil, pero a partir de este momento aumenta la dificultad y la dureza física, con una senda rocosa que a veces hace zetas, pero que en general sube muy directa. Hay varios puntos de la ruta donde hay instaladas cadenas, que a nosotros no nos hicieron falta, pero que seguro que son muy útiles cuando en la ruta haya hielo, nieve o agua (no pisamos nada de nieve en todo el camino, por cierto).
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Desde esta perspectiva Morskie Oko parece más pequeño que Czarny Staw, cuando no es así |
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Uno de los tramos con cadenas, ya cerca de la cumbre |
Una vez terminada la subida más fuerte, se llega a un paso bastante ancho pero con algo de exposición a ambos lados en el que no nos podemos permitir resbalar, y una vez pasado éste, llegamos a la cima (8:50 am), donde ya había unas cuantas personas. Las vistas eran muy bonitas e impresionantes porque el día estaba bastante despejado, aunque ya se estaban formando nubes de convección. Al sureste se podía ver el Gerlach. También a lo lejos, al noroeste se intuía la zona de la famosa Orla Perć, senda equipada con cadenas y escaleras metálicas que algún día me gustaría probar.
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En la cima. El pilón blanquirrojo marca la frontera con Eslovaquia |
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Morskie Oko y Carny Staw, visibles en casi toda la ruta |
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Los gigantes en el lado eslovaco. El pico de la derecha es el Gerlach |
Habiendo disfrutado de la cima y sabiendo que la meteorología ya era menos importante, empezamos el camino de vuelta relajadamente, disfrutando a tope del ambiente de alta montaña. Paramos a almorzar un poco más abajo de la cima, y después fuimos deshaciendo el camino andado y haciendo muchas fotos. Quizás me equivoco, pero los lagos de montaña por aquí tienen un color azul de agua superbonito que no creo recordar en Pirineos, no sé de qué dependerá. El caso es que es precioso, e invita a un chapuzón que no es posible por dos razones: está prohibido y el agua debe de estar congelada.
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Otro de los tramos con cadenas. La subida está siempre señalizada |
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El Czarny Staw era ahora con la luz del sol azul. Niebieski Staw, ja, ja |
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Menudo color de agua más molón |
El lado negativo en el camino de vuelta: la cantidad de gente. En la bajada inicial de Rysy, lo normal; en Czarny Staw, ya mucha; y en Morskie Oko (12:43 pm), una exageración, parecía casi Valencia en Fallas. Los polacos son muy aficionados a la montaña, y por caprichos de la frontera con Eslovaquia, no tienen mucha. Tampoco ayuda en Morskie Oko el servicio que tienen montado con caballos y carros para subir a los más domingueros que no quieren dar ni un paso.
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Morskie Oko con el refugio guardado y la marabunta de personas en la orilla |
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Joer |
En fin, la vuelta por la carretera nos la tomamos con paciencia, y huímos del pandemonium del parking de Łysa Polana tan rápido como pudimos, y volver bastante pronto con la familia a hacernos una barbacoa.
Resumiendo, una ruta muy interesante con vistas muy bonitas, no apta para personas que tengan vértigo o que no tengan experiencia en andar por pendientes rocosas, y en la que conviene madrugar entre otras cosas para encontrarse la montaña con poca gente.