viernes, 29 de junio de 2018

Vignemale desde Bujaruelo, Pirineos

En abril del 2017 vi el Vignemale desde la cima del Taillón, y desde entonces tenía en mente subirlo, y con quien mejor que con mis compañeros de fatiga Manolo y Toni (aunque él ya lo había subido). Los accesos más rápidos a esta montaña son desde Francia, bien desde Cauterets-Pont d'Espagne o bien desde Gavarnie-presa de Ossoue, pero llegar desde Valencia a cualquiera de esos dos sitios es un porrón de horas, así que decidimos hacerlo desde Bujaruelo, y para hacerlo circular y a la vez un poco más aventurero y corto subiríamos desde el valle del Ara por el corredor de la Moskowa, y bajaríamos por el glaciar y el valle d'Ossoue, continuando después por el valle de la Canau hasta volver a Bujaruelo. Lástima perderse la emblemática vista del Vignemale desde el refugio de Oulettes de Gaube, pero haber pasado por allí habría significado hacer una vuelta bastante más larga por el puerto de los Mulos y la Hourquette d'Ossoue, más idónea para cuatro días.

Esta vez decidimos cogernos el viernes, y salimos de buena mañana, llegando a Broto a la hora de comer. Esa última comida antes de empezar con los bocadillos con pan de anteayer sabe a gloria. Aparcamos en Bujaruelo, y dejamos el coche (nuevo) cubierto con una manta, ya que había posibilidad de tormentas y granizo esa tarde.

Cruzando el bonito puente románico de Bujaruelo
Era una suerte que la ruta para esa tarde, desde Bujaruelo a la cabaña del Cerbillonar, fuera corta y tendida porque, el primer día que te pones el mochilón es fácil entrar en shock físico importante, al menos yo.Evitando pistas, fuimos siguiendo el GR-11 y disfrutando las vistas del valle en el que el río Ara se encaja profundamente casi desde el principio.

El Ara rápidamente se vuelve inalcanzable ahí abajo
Llegando a la cabaña de Ordiso tuvimos las primeras vistas del macizo del Vignemale y de la ruta que seguiríamos al día siguiente: desde este punto daba algo de yuyu por lo vertical que parecía, pero como ya tenemos cierta experiencia sabíamos que por lo general las cosas de lejos parecen mucho peores que cuando te acercas (también ocurre al revés a veces, je, je).

Zoom hacia el macizo del Vignemale desde la cabaña de Ordiso. Por esa nieve subiríamos al día siguiente
Aún no habíamos empezado a cansarnos, y ya habíamos llegado a la cabaña del Cerbillonar donde pasaríamos la noche; por mi mente pasó fugazmente la posibilidad de seguir andando y hacer vivac en la subida hacia la Moskowa con el fin de acortar la subida del día siguiente, pero dado que la previsión era que pudiese llover esa tarde, decidimos ser sensatos y quedarnos en la cabaña, parcialmente ocupada por dos montañeros que habían llegado antes. Hicimos bien, porque a la media hora de llegar se cerró y cayó un buen chaparrón, cosa que volvió a repetirse durante toda la noche. Por cierto, que el estado de limpieza de la cabaña dejaba bastante que desear, ya que siempre hay gente guarra que no se baja al coche toda la basura que genera. Una pena.

La cabaña del Cerbillonar, ¡un dúplex para todos los bolsillos!
Al día siguiente nos levantamos un poco más tarde de lo que habíamos planeado y con la mosca detrás de la oreja porque a eso de las 5:00 aún estaba encapotado y en teoría la noche debería haber sido estrellada. Pero a eso de las 6:15 ya se había despejado casi por completo y pintaba soleado. Sólo unas pocas nubes se resistían a despegarse de la marmolera que une el Pico Central con el Montferrat, que el día de antes a última hora parecía Mordor. Empezamos la larguísima subida de unos 1.500 metros positivos de desnivel desde el valle del Ara al Pique Longue, relajando adrede el paso sabedores que iban a ser por lo menos unas 7 horas hasta arriba, sin contar dificultades técnicas.


Sabíamos que era importante empezar por la margen izquierda del barranco de Labaza, y fuimos siguiendo rastros de senda, evitando algún que otro resalte rocoso, hasta que al final con la ayuda del track en el gps llegamos a la base del circo justo debajo de la marmolera. A partir de ahí calzamos crampones y fuimos siguiendo la huella de los montañeros con los que compartimos la cabaña la noche anterior.

La marmolera

Corredor de la Moskowa
Gracias a esa huella la subida fue más cómoda de lo normal, sin ningún paso peliagudo, llegando finalmente a la chimenea final, que sin nieve tampoco tenía complicación, aunque deberíamos habernos quitado los crampones y guardado el piolet porque, una vez acabada la chimenea, venía un largo tramo de trepada, también sin dificultad.

La chimenea al final del corredor

Tras la chimenea viene un tramo de andar y trepar por roca suelta
Finalmente, llegamos a un flanqueo con nieve que nos depositaría en el collado de lady Lister. Este flanqueo sí que daba más respeto porque la inclinación era importante y más abajo había cortados rocosos, pero de nuevo aprovechamos la huella existente, intentando evitar cualquier resbalón.

Flanqueo final para llegar al collado de lady Lister ¡Prohibido resbalar!
Conforme habíamos ido subiendo habían ido apareciendo nubes, y cuando llegamos al collado, éste y el Pique Longue estaban parcialmente tapados, pero eran nubes bastante fugaces que de vez en cuando daban paso a buena visibilidad. El glaciar se veía en todo momento superbien, así como el Pitón Carré y Punta Chausenque.

El Cerbillona desde el collado
Pique Longue y Pitón Carré desde el collado
Estando al lado del pico Central no pudimos resistir la tentación de subirlo, aunque con poca fortuna porque una vez arriba no vimos un pimiento, pero al empezar a bajar se abrió bastante y el Pique Longue se mostró en todo su esplendor.

En el Pico Central
Bajamos al glaciar donde dejamos las mochilas, y emprendimos la subida final, que a estas alturas de temporada era por nieve al principio.


Zig-zags a la cresta cimera del Pique Longue
Una vez superados los zig-zags en la nieve llegamos a la cresta cimera que rápidamente y sin mayor dificultad nos llevó al vértice del Pique Longue (3.298 m).

En la cima del Pique Longue, ¡objetivo conseguido!
No había muchas nubes en ese momento, y las vistas hacia el lado francés eran muy buenas, permitiéndonos ver: la presa de Ossoue, el refugio de Baysellance, el lago de Gaube, y, entre otros picos, la Gran Facha, el Balaitous, las Frondellas, el Garmo Negro y los Infiernos. Ocultos en las nubes estaba el Midi d'Ossau y toda la zona de Ordesa.


Garmo Negro, Infiernos, Frondellas, Balaitous, Gran Facha... ¡Menuda vista!


Zoom a los Infiernos y su marmolera

Glaciar d'Ossoue, ¡qué pasada!

Zoom 20x a Baysellance con la cámara de Manolo, que a 2 kms distingue el sexo de una marmota
Al rato de llegar a la cima se cerró bastante, y cansados de esperar y con algo de frío empezamos la bajada, pero fue llegar al glaciar y se despejó mucho, lo que nos permitió comer plácidamente mientras admirábamos la grandiosidad del paisaje alrededor. Yo era tan feliz que hasta "bailé" encima del aislante de Manolo con los crampones puestos, dejándolo como un colador (perdón una vez más, Manolo).

Comida en el infierno blanco, con las cuevas de Russell al fondo
Tuvimos además mucha suerte porque al empezar a bajar por el glaciar se despejó de nubes en dirección a Ordesa, y pudimos ver a lo lejos casi todas sus cumbres, desde Monte Perdido hasta el Taillón pasando por la Brecha.

Bajando el glaciar: Pitón Carré y Punta Chausenque

Sector de Ordesa desde el glaciar
Aprovechamos la nieve del glaciar hasta los 2.400-2.500 m para bajar más fácilmente, y salimos finalmente al GR-10 a la altura en el que éste empieza su subida final hacia Baysellance (al que no subimos a pesar de estar cerca). Teníamos la intención de vivaquear en una de las grutas Bellevue, y al rato de ir bajando alegremente por el GR-10, ¡comprobamos con horror que nos habíamos pasado casi 200 m de largo! ¿Cómo podía ser? ¡Se supone que la cueva estaba al lado del sendero y nuestro mayor temor es que estuviera ya ocupada! Volvimos sobre nuestros pasos, y comprobando en todo momento el gps llegamos al punto exacto donde debía estar.... Y estaba, pero enterrada por la nieve. Alguien, o quizás de forma natural, había abierto un agujero en la ladera nevada en el punto exacto donde estaba la cueva, y podía verse la entrada, pero había una caída vertical de unos 3 metros que luego se antojaba difícil de subir sin cuerda.

La "acogedora" entrada a la gruta Bellevue
Como además parecía que la cueva podía estar bastante mojada, decidimos seguir bajando, y hacer vivac en una terraza herbosa a unos 2.300 m de altitud, donde dormimos como benditos después de la paliza que nos habíamos pegado subiendo. Por suerte no llovió ni gota, y eso que al principio estuvo bastante nublado.

Nuestro hotel 5.000 estrellas
El domingo madrugamos poco y ya era bastante de día cuando empezamos a andar. Bajamos por la zona de Oulettes d'Ossoue, que aún guardaba bastante nieve (hasta vimos a un esquiador que subía por el fondo del valle, aunque se la jugaba porque podía haber zonas en las que la nieve cediese), y admiramos la impresionante cascada que bajaba con muchísima agua.

Bajada vertiginosa en los Oulettes d'Ossoue, en invierno zona peligrosa por aludes

Pedazo cascada, aunque no se aprecie en la foto
Después llegamos a la tranquila zona de la presa d'Ossoue, y enfilamos hacia el valle de la Canau, visitando por el camino las diferentes cabañas, en buen estado. Habíamos oído maravillas de este valle, pero la verdad es que no le vimos nada de especial, excepto que presenta una subida muy suave, sin apenas resaltes rocosos, lo que quizás le da mucho interés para esquiadores de montaña.

Embalse d'Ossoue, el Pique Longue asoma al fondo

Valle de la Canau
Remontamos la parte del final del valle para llegar al ibón de Bernatuara, que es muy bonito, y en el que nos dimos un espléndido (y fresco) baño.

Ibón de Bernatuara, ubicado en el collado con el mismo nombre


Sin mucha demora comenzamos la bajada hasta Bujaruelo, y llegamos al refugio aún a tiempo para disfrutar de una excelente comida a base de longaniza de Graus y churrasco de ternera. La vuelta a Valencia, aburrida y triste como siempre, aunque con la satisfacción de haber pasado un finde genial y haber conseguido los objetivos que nos marcamos...

No puedo acabar la narración sin poner una foto de la cara norte del Vignemale, que en esta excursión no pudimos observar. El glaciar del Vignemale es impresionante, pero su cara norte es portentosa. 1.100 metros de caída desde la cima al glaciar de Oulettes de Gaube.


Una montaña realmente interesante. Definitivamente habrá que volver...