Para acabar este fantástico fin de semana de barrancos, Kiko, Toni y Carlos fuimos a hacer el barranco de Formiga. Es un clásico de Guara, y como es relativamente corto, y no es difícil, tiene mucha afluencia. Para intentar evitar aglomeraciones, hicimos el de Gorgonchón por la mañana pronto, y llegamos al aparcamiento del Formiga a eso de las 14:00. Estaba petado, pero la mayoría de la gente ya había acabado, así que la jugada nos salió bien.
Lo malo, el calor que ya hacía, y que a lo mejor nos afectó un poco el razonamiento, porque tuvimos unos cuantos despistes antes de empezar el barranco. En primer lugar, cuando llegamos a la cueva de la Polvorosa, vimos un pasamanos de cuerda por una senda que circula a unos metros por debajo de ésta, y creímos que era por ahí, cuando no es así: está montado para llegar a un rápel que te deja a mitad de barranco (perdiéndote así la mitad superior de éste). Nos dimos cuenta cuando empezamos a meternos en terreno precario después de pasar el rápel, y nos tocó volver atrás hasta la cueva.
El camino va por dentro de la cueva, y continúa al final de ésta, aunque no es evidente del todo porque hay mucha vegetación. Y luego, cuando por fin llegamos al pasamanos de cable, y lo acabamos, nos dimos cuenta que sólo habíamos cogido una cuerda de 25 metros, y encima nos confundimos un poco sobre cómo bajar al barranco. Hay dos formas: cuando acabas el pasamanos, hay un cable de acero horizontal, que sale a mano izquierda, y que llega al rápel desde el árbol, de 25 metros. Y hay otro cable de acero, éste vertical, que baja y acaba en la cabecera del rápel de 4 metros. Desde arriba parece mucho más largo, pero es que los 4 metros te dejan en una repisa amplia, desde la que hay un destrepe delicado (en mi opinión) hasta abajo, así que mi recomendación es traer más cuerda, y rapelar hasta abajo del todo. Nuestra cuerda de 25 metros se quedaba corta, y tuvimos suerte que venía detrás una pareja francesa que nos soltó nuestra cuerda, que habíamos puesto en simple, después de haber bajado los tres.
En fin, tras tantos problemas con la aproximación, disfrutamos un montón el barranco, que es una sucesión de saltos, rápeles y pozas muy divertidas... Es lo que lo hacen un clásico. También había un punto sifonado en el que había que bucear un poco, e incluso vimos lo que podría ser un tritón pirenaico.
Acabado el barranco, salimos pitando hacia Valencia, porque llegar a casa casi a medianoche es más peligroso que el Gorgonchón. 😆
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