sábado, 27 de enero de 2024

Maladeta. Pirineos. Huesca

Como no se apuntó nadie más, para Benasque que nos fuimos Toni y yo. De momento este invierno hay muy poca nieve, así que indagamos un poco, y nos fuimos a la zona española en la que se supone que más nieve había: Llanos del Hospital y las Maladetas. Y vaya si había, más de la que esperábamos. Como las temperaturas iban a ser altas, decidimos hacer vivac.

Aparcamos el viernes por la noche cerca del hotel de Llanos del Hospital, y después de cenar empezamos a andar con los frontales. Nuestra idea era empezar a subir por los tubos de Paderna hasta que nos cansáramos o encontráramos un buen sitio para dormir de vivac, así que enseguida de pasar el hotel tomamos el desvío a mano derecha que sube a saco. Nos pusimos los crampones pronto porque había bastante nieve dura que resbalaba un huevo, y si no que se lo digan a mis pobres culo y muñeca, y fuimos subiendo hasta que llegamos al cabo de una hora a una zona llana, la "Pleta de Paderna" en el mapa. Como vimos en el gps que después pasaría bastante rato hasta encontrar otra zona llana, decidimos acabar el día ahí, debajo de unos abetos donde no había nieve. Dormimos bien, sin mucho frío, y con luna llena a tope.

Al día siguiente, subimos por los tubos, encontrándonos a algunos esquiadores que iban al Alba, y más tarde llegamos al punto en que nos desviamos a la izquierda para subir hacia las Maladetas. Hasta aquí la nieve había estado "en su punto" para ir con crampones, pero a partir de aquí, al ser cara norte y con el sol aún muy bajo de enero, la nieve no había transformado, y estaba bastante polvo, con lo cual empezamos a sudar abriendo huella, ya que además parece que este trozo de ruta no es popular en invierno (el track que llevábamos era de verano), ni siquiera entre esquiadores. Sabíamos que el día iba a ser agotador, porque de la Pleta de Paderna a la Maladeta hay unos 1.400 metros de subida, pero a partir de aquí el desnivel a cubrir se dejó sentir.

Toni, con la Tuca Blanca de Paderna detrás, y el Sacroux al fondo


El pico Cordier al fondo


Echando la vista atrás al pedazo subidón que acabábamos de hacer.
El Salvaguardia, omnipresente en toda la excursión


Poco a poco, y disfrutando de la belleza y soledad del sitio, con las Maladetas ya enfrente nuestra (el Cordier y el Sayó), llegamos a lo que en los mapas está señalado como glaciar occidental de la Maladeta, y ahí giramos a la izquierda con pendiente ya más suave, pero con nieve polvo a tope.

No esperábamos tanta nieve polvo

Pasamos al lado de una canal por la que otro grupo intentaba subir al Cordier; en un principio nos dirigimos hacía ahí con la idea de dormir en la cima (tenemos el reto pendiente de dormir en un tresmil), pero cuando vimos que algunos del otro grupo se "atascaban" en la canal, y varios desistían, volvimos a cambiar de idea, y nos dirigimos de nuevo hacia la Maladeta, a ver si era más fácil.


Al fondo se aprecia la canal de subida al Cordier, demasiado
expuesta para nosotros

Llegamos al collado de la Rimaya, totalmente cubierto de nieve (así que la rimaya no estaba), y mientras bajaba un grupo por el corredor, cavamos nuestro hoyo para dormir esa noche, ¡a 3.200 metros! No iba a ser dormir en un tresmil, pero parecido. Una vez había bajado el otro grupo, empezamos a subir nosotros, y ya vimos que iba a dar un poco de miedito bajar luego. Tiene unos 45 grados de inclinación media, con 50 grados de máxima, y hay buen patio y buenas rocas donde partirse algo si te caes.

Cavando nuestro vivac en el collado de la Rimaya


El corredor de la Rimaya


En fin, llegamos al collado que hay arriba, donde por fin nos recibió el sol, y pudimos ver el otro lado (ibón de Cregüeña, Aragüells, Vallibierna), y sin dificultades llegamos al pico, donde estuvimos un buen rato solos, admirando las vistas. 

El Vignemale, inconfundible


Toni, con el Aneto detrás


Posets, y el Cilindro al fondo


Mirando hacia Cataluña







El ibón de Cregüeña

A continuación, volvimos al collado, y bajamos por el corredor, por supuesto de espaldas, cuidando siempre de tener dos puntos de apoyo y clavando el piolet a tope siempre que era posible. Y dando gracias que había un montón de huellas cómodas, excepto en un punto donde escaseaba la nieve y había una pequeña roca que le daba aún más emoción. En la parte alta vimos una cinta colgando de una laja, por lo que se podía rapelar si llevas cuerda, que no era nuestro caso.


Bajando de nuevo el corredor


Felizmente, llegamos sin contratiempos abajo, y tuvimos tiempo para preparar nuestro vivac y cenar algo, pero con el día tan corto pronto nos metimos en los sacos. Ver a lo lejos las luces de ciudades y pueblos en Francia me dio una sensación de soledad difícil de describir. Habíamos andado 8 horas y media y subido unos 1.500 metros de desnivel (nos tocó bajar un poco en algún punto de la ruta).


Preparándonos para la nochecita glacial, que luego no fue para tanto


La noche la pasamos más o menos bien, con toda la ropa puesta (nuestros sacos tienen temperatura de comfort de -2ºC, y me parece que es un poco optimista), y con poco viento, aunque se hizo un poco largo porque estuvimos en los sacos unas 13 horas. Por la mañana la bajada hacia la Renclusa, por el barranco de la Maladeta, totalmente cubierto de nieve, fue una delicia, incluso andando: nieve polvo hasta casi llegar al refugio, donde ya se volvió más dura, y un servidor se pegó un buen pinchazo con el crampón en la pantorrilla por culpa de un agujero en la nieve.

Amanece


El barranco de la Maladeta con tanta nieve nos encantó


Mirando atrás a la Maladeta

En el refugio nos tomamos unas birras y café con leche mientras almorzábamos, y bajamos después a la Besurta, y al coche.

Al final fue una salida bastante cañera, tanto por el desnivel, como por vivaquear tan altos, como por no ver casi el sol, a pesar de que hizo muy buen tiempo. Es lo que tienen las caras nortes.

La ruta entera